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Ultimo sueño simbólico

Llegué a mi casa.

Abrí la enorme puerta de metal con fachada que simulaba madera. Adentro, veía una enorme estancia con pisos de mármol rojo alicante. En lugar de paredes, enormes ventanales desde donde se veía el paisaje exterior. Un precioso mar embravecido que chocaba contra las rocas allá al fondo. Mi casa había sido construida en la cima de un risco.

Sin embargo, en el piso dormían cantidad de personas que aparentemente había invadido el lugar y que empezaron a despertar a mi llegada.

-Nosotros estamos aquí- decían.

-Pero ya llegué y esta es mi casa- Les dije mientras me paraba al centro de la estancia. Victoriosa, viendo el paisaje a través de los ventanales.

De viaje

Abro los ojos aquí, en este cuerpo, en este plano, en este lugar-tiempo-espacio.

Siempre vuelvo, siempre regreso a esta experiencia en la que percibo una mezcla perfecta de paz, resiliencia, coraje, fuerza, dolor, vivencias, que me saben agridulce, que me alegran y me duelen de una forma que no existe en otros cuerpos, en otros tiempos.

Abro los ojos aquí y no sé ya cuántas veces he vuelto para experimentar esta vida que sabe a postre de frutas, a nieve, a chocolate amargo.

Abro los ojos aquí y trato de experimentarlo todo, de sufrirlo, de carcajearlo, de arrebatarme, de destruirme. Siempre se puede volver a empezar…

Abro los ojos aquí y me sabe a fragmento de segundos. No me quiero ir… cinco minutos más…

Apuntes de un día de trance

El viaje entre experiencias es un salto entre realidades que se realiza a partir de un estado emocional exaltado

Implica que el corazón se apasione, se exalte, independientemente de la polaridad, acompañado de un deseo intencionado

Se debe antes, (de preferencia) liberar de impurezas la energía acumulada en el pecho, para que el salto se realice con mayor fluidez y rapidez

La energía en el pecho puede ser un factor determinate para el correcto traslado y unión a la experiencia alterna

Debe tenerse confianza inquebrantable en que es posible

En la primera fase, el cambio debe estar ligado a cambios «posibles». Es decir, que tenga coherencia el futuro solicitado, con el pasado vivido. No pedir, por ejemplo, un futuro en que viva alguien fallecido. una petición como esa podría atraer a la experiencia a alguien muy similar, pero no a la misma persona (o peor, provocar una disonancia cognitiva en el viajero).

No plantar expectativas. El viajero no debe esperar que suceda. Debe solicitarlo, olvidar y fluir. De acuerdo a la complejidad de la solicitud y dependiendo de las leyes existentes en el plano al que se viaja, el tiempo de cumplimiento puede variar

Manifestación

De entre la serie de cosas que me pasan últimamente, resulta que cuando estoy en calma, serena, sin demonios merodeando en forma de pensamientos recurrentes, y más, cuando lavo los trastes, llegan… no sé cómo nombrarlos… ¿ideas? ¿canalizaciones? ¿mensajes?

Le pondré por nombre «información». El detalle es que no sé de dónde o por qué viene, pero me trae a veces conceptos que me vuelan la mente, que me hacen comprender el mundo y sus cosas y a su gente… todos esos bichitos que vivimos pegados a esta roca que vuela girando por el universo.

Uno de esos días, estaba pensando como sin pensar. Sólo dejaba a la ardilla darle vueltas a su rueda, sin prestarle demasiada atención. Mi atención la tenía la comida pegada a los platos que estaba tratando de limpiar, así que el roedor tenía permiso de hacer su desastre habitual en la jaula.

No notaba que estaba repasando la cantidad de pendientes, deudas, preocupaciones, hasta que algo así como una especie de voz (que no es voz, porque no escucho voces, es más bien como decía: información que llega, que a veces parece que llegara en forma de conversación, pero sin sonido) y me dijo:

«¿Sabes cuál es tu problema?, que crees que no mereces, que crees que con lo que tienes debes de estar satisfecha, que piensas que debes salir adelante siempre con poco, porque eso es lo justo»

Mi ardilla se paró en seco al igual que mis manos y la información continuó.

«Lo que debes hacer entonces, es buscar a alguien que pida por ti, desde ti. Que pidas para ti en nombre de ese ser que te ama tanto, que sin duda sabes, que estaría de acuerdo con pedir eso que quieres…»

Mientras recibía esa información, busqué entre mis seres amados, alguien de quien tuviera semejante certeza. Alguien que tuviera ese poder para pedirle al universo, que deseara lo mejor para mí, que me amara con gran intensidad y repasé en milésimas de segundo entre mi familia, mis amigos, mis padres, pero de la nada surgió con fuerza la palabra «cristo».

¿Cristo? ¿YO tenía la certeza de que Jesus me ama? ¿yo, la que no va a misa, que ha comulgado como en 3 ocasiones en toda su vida, que lleva una vida bastante fuera de lo que la iglesia considera como «puro»? Honestamente no lo podía creer. No de mi, pero ahí estaba una increíble seguridad de que era cierto. Sembrada en mi corazón como si fuera una de las únicas verdades de la vida.

Estaba sorprendida. Siempre me he sentido la niña consentida del universo, pero jamás había sido consciente de que creyera tan fielmente en el hijo de Dios.

«¿Quién más puede ser? -continuó- si no alguien que fue capaz de dar su vida, para dejarte un mensaje de amor a través del tiempo. Pídele al universo en su nombre, dile que él dice que debes recibir eso que necesitas y suelta. Llegará¨.»

No voy a contar las cosas que pedí en esos días (nimiedades en realidad), pero fue sorprendente el modo en el que el mensaje fue cierto y cuando me di cuenta que tenía ante mi una herramienta tan poderosa, me pregunté qué más quería. Pensé en diferentes cambios, pero a la vez reconocí lo que esto implicaba y ya no los quise. Busqué con ansiedad otro deseo y entonces… caí en cuenta de que me sentía realmente feliz tal y como estaba.

Esa experiencia, creo, fue base para otras tantas, pero siendo una de las más fuertes, quiero conservarla aquí… quiero evitar que se difumine con el transcurrir de los días.

¿De vuelta?

Va para cuatro años que no escribía nada en éste espacio.

En aquel entonces tenía la intención de recibir la atención del lector, de encontrar fama, de iniciar un camino como escritora tal vez, pero ahora no.

Han pasado un sin fin de cosas en este tiempo, que si no me quitaron los pocos tornillos que tenía, creo que andan algo cerca de lograrlo.

Y ahora… tengo necesidad de escribir a modo de diario de ruta de este atropellado camino al que solemos llamar vida, la cantidad de sandeces que me pasan por la mente, por que debo aceptar que tengo cierto temor a olvidar.

Así que si por mera casualidad, queda alguien por aquí que por azares del destino recibe una notificación de que he vuelto a escribir, pueden sentirse en la absoluta libertad de solicitar que los avisos se detengan, por que esta vez escribiré para mi. Si de algún modo fortuito, lo que escriba le sirve a alguien, bienvenido sea a compartir el sendero.

Saludos.

Un ejercicio de redacción…

Durante el mes de octubre, un día al año que no se sabe a ciencia cierta cuál es, la cañada de la presa, que siempre luce apacible y da refugio a un sin fin de fauna, se convierte en un tétrico escenario de lo invisible. 

Justo al atardecer, cuando solo quedan unos cuantos restos de luz y el sendero empieza a ser difícil de transitar por no poder distinguir los desniveles de la tierra, desde el fondo del valle llegan torrentes fríos que sacuden los árboles e inclinan las palmeras, silbando a su paso como dejando advertencias de lo venidero. Los animales se guarecen y se esconden. Las aves se ahuyentan y apresuran su vuelo, como escapando de un terrible depredador. Las aguas de la presa vibran como si temblaran y las ondas de la superficie chocan entre sí, los peces se sumergen y se pierden en el fondo, esperando a que llegue la calma.

Entonces cesan los vientos, sometidos por una energía fúnebre que inunda el lugar, acompañada por la llegada de una noche sin estrellas y de la hondonada emerge un sonoro lamento, que estremece la piel de hasta el más valiente, un sensible llanto que recorre lentamente el rio, que incrementa conforme avanza, hasta lentamente perderse entre las tinieblas, dejando el valle en absoluto silencio, hasta la salida del sol.

Reflexionando mis palabras…

palabras

Hace unos días analizaba para mi misma, la forma de hablar de algunas personas en mi entorno. Pensaba lo repetitivas que eran en su diálogo algunas palabras y me cuestionaba si de alguna forma, esos términos que casi pueden predecirse en la conversación (casi siempre adjetivos), pudieran darnos indicios de las características del individuo o por lo menos de su forma de pensar o actuar.

Fue así que en determinada persona, pude encontrar los vocablos: arcaico o idiota , en otra: la expresión ¡genial! Siempre acompañada de entusiasmo. Y con sólo leer las palabras, se traza en mi mente una distancia inmensurable entre ambas personas, no sé si entre el bien y el mal, correcto e incorrecto, pero por lo menos, mostrando una forma extremadamente diferente de interpretar la vida.

Así que me puse a investigar (si es que se le puede llamar así a teclear en el buscador de Google) y encontré un texto de un hombre llamado Daniel Colombo, que piensa algo similar: “las palabras, los gestos y la actitud corporal que usamos todos los días para comunicarnos determinan anclajes que pueden ser positivos o negativos dentro nuestro y eso influye directamente en el éxito o fracaso de nuestra vida”

También encontré un texto de la BBC que dice: “El lenguaje también revela otros aspectos de la personalidad, incluyendo qué tan socialmente abiertos son los individuos: por ejemplo, los más liberales utilizan palabras relacionadas con los sentidos.

También puede percibirse qué tan neurótica puede ser la persona, pues los nerviosos se refieren más a menudo a la angustia emocional; o concienzuda: los estudiantes más disciplinados utilizan palabras más ligadas a logros y trabajo.

Los neuróticos dicen: «Tengo una tristeza monstruosa». Los liberales dicen: «Solo necesitas que te escuchen». Los concienzudos dicen: «Podemos resolverlo»

Así que al final, creo que sí es importante reflexionar y escucharnos a nosotros mismos. Tal vez estamos utilizando un vocabulario que no nos impulsará a concretar nuestros objetivos, o que tal vez, proyectará una idea de nosotros que no forzosamente es la correcta. Tal vez usemos ciertos términos solo por seguir la corriente, las modas o simplemente por que nos parece divertido, pero… ¿y si esa palabra trae consigo consecuencias desagradables?

Y tú ¿qué palabras usas más?

Esto era para mí…

Anoche te soñé. Tal vez la unica vez en la que te he soñado y fue mágica.

Estábamos juntos en otro tiempo, tal vez los setentas, sentados en el suelo escuchando música junto a más personas. Dialogando, disfrutando, amenos.

De pronto te dirigiste a mi, te acercaste lentamente y me diste el más dulce de los besos. Los demás nos observaban  enternecidos como viendo a unos novios que apenas inician,y entre apenada y feliz, te acaricié el rostro correspondiendo.

Creo que después de tantos años de añorar tu amor, la vida me permitió soltarte, despidiendote de la forma más amorosa posible. Porque a final de cuentas, eso era lo único que pedía, sentir esa conexión de nuestras almas, esa entrega que puede significar un beso.

Y sentí como por última vez (o tal vez única) me amabas…

Creo que esto es un adiós.

El tiempo es un animal extraño

Se parece a un gato, hace lo que le da la gana. Te mira astuto e indiferente, se marcha cuando le suplicas que se quede y se queda inmóvil cuando le pides por favor que se vaya. A veces te muerde mientras ronronea o te araña mientras te besa.

El tiempo, poco a poco, me liberará de la extenuante fatiga de tener un hijo pequeño. De las noches sin dormir y de los días sin reposo.

De las manos gorditas que sin parar me agarran, escalan por mi espalda, me cogen, me rebuscan sin restricciones ni vacilaciones. Del peso que llena mis brazos y dobla mi espalda. De la voz que me llama y no permiten retrasos, esperas, ni vacilaciones.

El tiempo me devolverá el ocio vacío de los domingos y las llamadas sin interrupciones, el privilegio y el miedo a la soledad. Aligerará, tal vez, el peso de la responsabilidad que a veces me oprime el diafragma.

El tiempo, sin embargo, inexorablemente enfriará otra vez mi cama, que ahora está cálida de un cuerpo pequeño y respiros rápidos. Vaciará los ojos de mi hijo, que ahora desbordan un amor poderoso e incontenible.

Quitará desde sus labios mi nombre gritado y cantado, llorado y pronunciado cien, mil veces al día. Cancelará, poco a poco o de repente, la familiaridad de su piel con la mía, la confianza absoluta que nos hace un cuerpo único. Con el mismo olor, acostumbrados a mezclar nuestros estados de ánimo, el espacio, el aire que respiramos.

Llegarán a separarnos para siempre el pudor, la vergüenza y el prejuicio. La conciencia adulta de nuestras diferencias.

Como un río qué excava su cauce, el tiempo peligrará la confianza que sus ojos tienen ante mi, como ser omnipotente. Capaz de parar el viento y calmar el mar. Arreglar lo inarreglable y sanar lo insanable.

Dejará de pedirme ayuda, porque ya no creerá que yo pueda en ningún caso salvarlo.

Parará de imitarme, porque no querrá parecerse demasiado a mi. Dejará de preferir mi compañía respecto a la de los demás
Se difuminarán las pasiones, las rabietas y los celos, el amor y el miedo. Se apagarán los ecos de las risas y de las canciones, las nanas y los “Había una vez” acabarán de resonar en la oscuridad.

Con el pasar del tiempo, mi hijo descubrirá que tengo muchos defectos y, si tengo suerte, me perdonará alguno. Sabio y cínico, el tiempo traerá consigo el olvido.

Olvidará, aunque yo no lo haré. Las cosquillas y los “corre corre” , los besos en los párpados y los llantos que de repente paran con un abrazo. Los viajes y los juegos, las caminatas y la fiebre alta. Los bailes, las tartas, las caricias mientras nos dormimos despacio.

Mi hijo olvidará que le he amamantado, mecido durante horas, llevado en brazos y de la mano. Que le he dado de comer y consolado, levantado después de cien caídas.

Olvidará que ha dormido sobre mi pecho de día y de noche, que hubo un tiempo en que me ha necesitado tanto, como el aire que respira.

Olvidará, porque esto es lo que hacen los hijos, porque esto es lo que el tiempo elige.

Y yo, yo tendré que aprender a recordarlo todo también para el, con ternura y sin arrepentimiento, ¡gratuitamente! y que el tiempo, astuto e indiferente, sea amable con esta madre que no quiere olvidar

(adaptado de un texto encontrado…)10292538_10152577473296267_2284109814783313499_n

Abismal…

Qué difícil contener las pasiones que se llevan dentro, el monstruo que duerme en las profundidades del alma y que ante una deliciosa víctima, despierta intrigado y atraído a devorarle.

En lo particular, creo que llevo un pez abismal al acecho, emitiendo una leve luz en la oscuridad.

8

Soy un alma libre, un ser apasionado, visceral, volátil e incongruente, soy humano. Soy lo que usted considera lo indeseable en una mujer, lo imperfecto, lo indomable.

Soy lo imposible de tolerar, de coexistir, de aceptar, de controlar.

Soy lo inseguro, lo independiente, lo cuestionable.

Soy lo peor en su vida y lo mejor de la mía, lo que nunca hubiera querido y lo que siempre quise ser.

Me odiará y me amaré.